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La muerte perinatal es un tema tabú del que necesitamos hablar cada vez más, porque son muchas las familias a las que nos toca y, así como nos toca, nos destroza. Nuestra familia y nuestrxs amigxs quedan también en shock, quieren ayudar pero no saben cómo, incluso sin darse cuenta hacen cosas que no ayudan, sino al contrario. Como madre en duelo y redactora, en esta nota te cuento qué necesitamos y qué no necesitamos para que sepas qué hacer y qué decir si una persona cercana pierde a su bebé.
Es algo impensable, de lo que casi ningún obstetra habla como posibilidad en las consultas médicas por nuestro embarazo, casi ningún curso de preparto y pocxs parterxs. Muchos dicen que es antinatural que se te muera un hijo, pero los tanatólogos (personas que pueden ayudar en duelos) sostienen que lo único natural es que todos nos vamos a morir. Lo que sucede es que no fuimos educados para afrontar la muerte en nuestras familias y es muy difícil saber qué hacer en los casos donde nuestra hija, hermana, prima, amiga o paciente embarazada da a luz un bebé sin vida o este fallece al poco tiempo de nacer.
Muerte perinatal: la importancia de familiares y amigxs
Lamentablemente, la gran parte de los profesionales de la salud no están capacitados para acompañar a las familias cuyo bebé fallece durante la gestación, el parto o a los pocos días del nacimiento. Las razones son varias (no los formaron en su carrera, no pueden afrontarlo emocionalmente porque es muy fuerte, tienen un protocolo institucional que cumplen sin cuestionárselo, etc.) pero la realidad es que deben hacerse responsables de brindar la mejor atención a esa familia que no puede ni pensar en qué quiere y qué no. Deberían saber qué necesita esa mujer, esa familia, o qué puede llegar a necesitar en el futuro próximo, aunque no lo sepa ahora.
Nuestrxs amigxs y familia debería saber esto, porque seguramente confían en que en el hospital o clínica nos van a contener y entonces la presencia de ellos no haría falta, pero es todo lo contrario: desde el primer momento tiene que haber una red de personas sosteniendo a esa familia e intermediando con el personal de salud para que esa familia sea respetada en su proceso.
Es importante que familiares y amigxs sepan qué necesita esa mamá, esa familia, para que puedan ayudarla y acompañarla de la manera adecuada durante el nacimiento del bebé sin vida y más tarde durante el duelo.
Parir a un bebé sin vida: ¿qué necesita la madre?
Un parto respetado, en vez de una cesárea
Es lo mejor siempre que la salud de la madre no corra riesgo. Los psicólogos y psiquiatras están de acuerdo en que tener un parto, en vez de una cesárea, ayuda a atravesar más sanamente el duelo. El famoso obstetra Michel Odent lo dijo: la oxitocina, que es la hormona que liberamos las mujeres al parir, incluso a bebés muertos, es un antidepresivo natural que ayuda a superar la primera etapa del trauma. Además, pasar por la experiencia del parto aunque nuestro bebé esté sin vida también puede ser maravilloso (fue mi caso hace menos de dos meses), y si es la única vivencia que vamos a tener con nuestrx hijx, ¿no tenemos derecho a tenerla? Pasar el dolor por el cuerpo hace que duela un poco menos después.

Si los médicos se niegan a esta posibilidad, las mujeres o nuestra familia que debe estar ahí sosteniendo tiene que explicarles esto, tiene que pedirles que por favor lo evalúen, que hablen con el obstetra que atendió nuestro embarazo para comprobar que es una mujer sana que puede tener un encuentro natural y menos traumático con su bebé (porque si es una guardia, es lógico que piensen primero en prevenir otro problema, pero el procedimiento en general no es nada urgente y se puede pensar antes de actuar). Sino, tienen derecho a pedir una segunda opinión, ahí mismo o en otra institución. Nos podemos ir del hospital donde no seamos respetadas, es cuestión de firmar nuestra salida y ser libres para ir a otro lugar. Deberíamos estar acompañadas por doulas, médicxs y parterxs a los que nuestra familia pueda llamar en ese momento y pedir información sobre dónde podemos acudir.
Muchas mujeres entrevistadas1 aseguran que haber pasado por una cesárea en este momento les “resolvió la cuestión física” pero emocional y psicológicamente fue más traumático todavía.
Recuerdos materiales de esx hijx

Los profesionales tienen que ofrecer a esa familia la posibilidad de tomar fotos del bebé. Puede pasar que la familia no pueda pensar claro y no saber si quiere una foto o no, en ese caso se le debe decir que si ellos lo permiten van a sacar una foto y la van a guardar por si más adelante se arrepientan y quieran tenerla (los hermanitos, si hay, pueden llegar a pedirla), o borrarla si deciden que no la quieren tener.
Despedirse a solas del cuerpo del bebé
Es increíble tener que decirlo, pero debemos exigir que dejen a solas a la madre, al padre, a la familia entera con el bebé para que puedan acunarlo, acariciarlo, besarlo, ponerle ropita, etc. En muchos lugares se los llevan cual desecho y la familia no les ve más que los piecitos, lo cual dificulta aún más el duelo, porque hay más vacío, menos “lógica”, entre otras cosas.
Información, menos culpa
Si las madres nos culpamos en la crianza, imagínense en la muerte de un hijo. Con toda la información que nos den los médicos (y los análisis correspondientes si hacen falta, sobre todo si queremos tener otro embarazo) podremos entender que nada de lo que sucedió se pudo haber evitado. En cualquier momento, podemos preguntar lo que necesitemos saber.
Menos químicos, más ritos
Se suele administrar una pastilla para cortar la lactancia, pero la misma pastilla inhibe la acción de hormonas que son beneficiosas para que nuestro cuerpo atraviese ese momento. Hay puericultoras que pueden ayudar en ese momento, con técnicas o hierbas naturales. Hay doulas especializas en duelo (o no) que nos pueden acompañar en este proceso. Yo, particularmente, confié en mi cuerpo y decidí que si tenía leche la iba a donar, al final, solo me salieron unas gotitas.
Cuando fallece un adulto, hay velorios, entierros, homenajes. Para nuestros hijos, nada o casi nada, lo cual nos hace sentir todavía más solos. Nuestro entorno podría ayudarnos tanto con los trámites ridículos que nos piden hacer, como con los rituales de despedida que necesitamos tener.
Los días por venir: ¿cómo ayudar y acompañar a una madre en duelo?
- Ayudarle en los quehaceres diarios: si tiene otrxs hijxs, esa pareja, madre o padre necesita, sobre todo, ayuda práctica, algo tan básico como cocinarles, dejarles viandas, limpiarles la casa y cuidar un tiempo de sus hijxs. Lxs amigxs y la familia que acompañan no tienen que decir “contá conmigo, avísame qué necesitás”, porque la mayoría de las veces nosotrxs no tenemos ni lucidez para pensar qué necesitamos. Así que deben ser más precisos: “voy y te llevo comida, si querés la dejo en la puerta si no me podés atender”, “voy y me llevo a los chicos a pasear, así ustedes descansan o están abrazados solos”, y así, para ser capaces de decir sí o no.
- Escucharla: al contrario de lo que la gente piensa, a la mayoría de las madres que estamos en duelo nos hace bien hablar de nuestro bebé: cómo fue nuestro encuentro con él/ella, cómo era. Hablar, escribir, es sanador, igual que las lágrimas. Sucede que el entorno muchas veces no está preparado para vernos así, entonces es más fácil no hablar, e incluso desaparecer.
- Evitar comparaciones y frases desafortunadas: si tu vecina se le murió el marido, no se te ocurriría decirle “bueno, pensá que tenés otros parientes”, “vas a tener otro”, o “mirá a Fulana, que se le murió cuando tenía x años, eso es peor”. A veces, es mejor abrazar, dar una mano, y estar en silencio un rato.
- Brindarle ayuda económica: la famosa “vaquita” es algo muy útil para afrontar lo que se viene, la falta de licencias pagas en el caso de emprendedores o la necesidad de hacer una buena terapia psicológica que no suele estar cubierta por las obras sociales, por ejemplo.
Nadie dice que es fácil, no lo es, pero como familiares y amigxs podemos ayudar a las familias para hacer ese proceso un poco menos doloroso. Saber acompañar, desde el amor.
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Fuentes:
1 M. Àngels Claramunt, Mónica Álvarez, Rosa Jové y Emilio Santos, La cuna vacía, La Esfera de los Libros, Madrid, 2009.
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