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El reconocido partero argentino Francisco Saraceno, coautor del libro “Mujeres invisibles, partos y patriarcado”, nos cuenta en esta nota por qué un plan de parto planificado en domicilio (PDD) es una opción saludable para familias y mujeres de embarazos que no son de riesgo, cuál es su evidencia científica y por qué su práctica es tan frecuente en países del “primer mundo”.
El Reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de marzo de 2012 asegura que “Una mujer debe tener su parto en un lugar donde se sienta segura… para mujeres con embarazos de bajo riesgo, puede ser el hogar o una pequeña clínica de maternidad o una unidad de maternidad dentro de un hospital general”.
El parto es un hecho sexual y fisiológico de gran impacto emocional, el cual según datos de la OMS en el 85% de los casos se trata de nacimientos saludables los cuales, tal y como establece este reporte, podrían ocurrir en los hogares, si es el lugar que la mujer elige y siente seguro.
Si los nacimientos son en su mayoría eventos sanos ¿por qué pensar que un lugar preparado para la patología y la enfermedad, como lo es la institución médica, es la única opción posible?, ¿por qué se asume que un hecho saludable deba estar atravesado obligatoriamente por intervenciones, prácticas y medicalización?, ¿por qué si estamos ante una experiencia sexual y fisiológica asumimos que transitarla en un lugar sin intimidad y desconocido es la mejor opción?

De parir en casa a parir en el hospital
No existe evidencia que indique que el ingreso de los nacimientos a las instituciones médicas fuera la causa directa de mayores expectativas de nacimientos saludables: fue tan solo una suposición masiva que aceptamos atravesadxs por el miedo y el poder médico. Se pare mejor porque se vive mejor, una mejor calidad de vida, el hecho de que se tengan menos hijxs y los avances médicos y científicos para los casos donde son necesarios han hecho la diferencia.
El proceso histórico de la institucionalización de los nacimientos guarda en sus orígenes resultados devastadores y concepciones nocivas que nos acompañan hasta hoy en día y que toleramos en nombre de la seguridad prometida. En un primer momento, el ingreso de los nacimientos a las instituciones médicas implicó un drástico aumento en la mortalidad materna a causa de la fiebre puerperal, producto de la negativa de lxs médicxs a lavarse las manos, quienes pasaban de ver cadáveres en la morgue a asistir nacimientos sin escalas; eso sin contar los efectos adversos que trajeron consigo la alteración de elementos vitales en los nacimientos, como puede ser la intimidad, la libertad (de movimiento y expresión) y el acompañamiento y sostén emocional. Y, por supuesto, actualmente presenta riesgos propios como es un mayor índice de iatrogenia e infecciones intrahospitalarias.
El cambio de escenario supuso cambios radicales en la manera como concebimos el parto/nacimiento, el lugar que ocupa la mujer y su familia, y la manera como se asisten estos procesos: cambios responsables del actual modelo de atención dominante, intervencionista y vulnerador de derechos.
Las mujeres dejaron de ser consideradas personas sanas, atravesando un proceso fisiológico y sexual para el que están preparadas a ser pacientes-pasivas, un campo de trabajo donde otrxs hacen y deciden.
El calor del hogar y la asistencia atenta y en calma de las parteras dieron paso a un proceso frío, medicalizado e intervenido de manera rutinaria que ha demostrado ser nocivo y cruel para las mujeres y bebés. Apareció el uso abusivo e inapropiado de intervenciones y fármacos que ponen en riesgo a la díada. Y un ambiente deshumanizado que prioriza la comodidad de lxs profesionales de la medicina en el que la mujer perdió todo protagonismo y libertad. Y el bienestar, expectativas y necesidades de la mujer, el bebé recién nacidx y la familia fueron relegadas a un último plano.
¿Es seguro el parto en casa?: la evidencia científica
Ante todo, es interesante notar que aunque el ingreso de los nacimientos a las instituciones médicas no contó con ningún tipo de aval científico, tan solo suposiciones, a la hora de hablar de parto domiciliario se exige todo tipo de evidencia. Pues bien, no solo existe esta evidencia, sino que además es absolutamente favorable. Estudios metodológicamente confiables han demostrado que parir en casa, para mujeres sanas que gestan bebés sanxs y cuentan con asistencia profesional idónea, es igual de seguro que hacerlo en una institución. Con la diferencia que en un parto en casa hay un menor índice de uso de intervenciones y un mayor reporte de bienestar materno-fetal.

En Argentina, el parto planificado domiciliario o PPD, aunque es una opción que va en crecimiento, aún a nivel social se lo ve como una locura, una elección irresponsable en manos de mujeres egoístas. Sin embargo, países como Canadá, Reino Unido, Holanda, Alemania, Suecia, Dinamarca, Australia ofrecen a las mujeres la opción de elegir entre dar a luz en un hospital, en su domicilio o en casas de partos, e incluso se alienta a aquellas que cursan embarazos de bajo riesgo a parir en sus casas. ¿Es por qué tienen mejores profesionales?, ¿o tal vez porque las mujeres son más capaces y lxs niñxs más sanxs? No, tan solo son sociedades que han podido superar los prejuicios y el desconocimiento y fiarse tanto de la evidencia científica que avala el modelo de atención domiciliaria como de las experiencias de las familias que lo eligen.
¿Cuáles son los factores que garantizan la seguridad de un parto planificado en domicilio?
Hay una serie de requisitos que se deben cumplir para tener un parto en casa:
- Siempre debe tratarse de una decisión libre e informada de la mujer.
- El embarazo debe ser de considerado de bajo riesgo.
- El PPD se planifica siempre con acompañamiento de profesionales de la salud. El equipo que asiste debe garantizar las buenas prácticas obstétricas y acompañar desde la atenta observación y calma, ayudando a crear un entorno que favorezca el desarrollo fisiológico y el respeto por la libertad y autonomía de la mujer e interviniendo solo de ser necesario y con autorización de ella.
- El acompañamiento incluye el seguimiento prenatal, la asistencia en el trabajo de parto y parto y el seguimiento posparto.
- El domicilio de la mujer debe contar con las condiciones de infraestructura y servicios básicos: agua segura, electricidad y posibilidad de establecer la temperatura ambiente adecuada.
- El PPD incluye un plan de traslado o derivación a una institución pública o privada en caso de necesidad. Este se establece de común acuerdo con la mujer/familia en función de su cobertura de salud y la distancia al centro de referencia. Aproximadamente un 10% de los casos requieren de un traslado y la causa más frecuente es el cansancio materno.
- El riesgo cero no existe, ni en un PPD, ni en un parto institucional, por eso es tan importante que cada mujer y cada familia tengan toda la información verdadera, completa, adecuada y oportuna para poder elegir aquellas opciones con las que se siente más segura. Y recordar, que la evidencia científica demuestra que en embarazos de bajo riesgo el lugar no es el que determina la seguridad.
Elegir un parto domiciliario no es solamente elegir un escenario, sino un modelo de atención integral que ubica a la mujer y a su familia en el centro de la escena y que construye sus prácticas desde un concepto de salud amplio y complejo. Y aunque el lugar de un nacimiento no debería condicionar el acceso a derechos, el escenario elegido tiene implicaciones profundas y simbólicas en la manera como se atraviesa la experiencia.
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Francisco Saraceno es licenciado en obstetricia (M. N. 8039 – M.P. 51154). Podés encontrarlo en @editorainterseccional en instagram. No dejes de leer su libro “Mujeres invisibles, partos y patriarcados” si te interesa profundizar sobre todas las prácticas innecesarias que operan sobre los cuerpos de las mujeres.
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